Porque el Señor disciplina al que ama y castiga a todo el que recibe como hijo.
Hebreos 12:6 RVA89
¿Qué hacemos frente a la corrección?
Tema sensible, ¿verdad?
La gran mayoría de nosotros en algún momento le hemos pedido al Señor que nos corrija, que nos haga ver cuando estamos mal, que nos ayude en nuestro caminar pero, ¿qué hacemos cuando esto sucede?
Para empezar, convengamos que no es cómodo ni placentero, para nadie, darnos cuenta de nuestros errores, mucho menos cuando alguien más nos los hace ver. ¡Qué incómodo! ¡Qué vergonzoso! ¡Qué difícil!
Uno quisiera (y usualmente lo hace) justificar o excusar estos errores como pueda, o al menos tratar de explicar que aunque si, hemos cometido un error, tal vez no ha sido intencional. Pero bien, al fin y al cabo lo hemos cometido igual y es momento de esa plática que tanto queremos evitar, llega el momento de la corrección.
¡Ouch!
Si bien es cierto, sabemos que la corrección es necesaria y que Dios al que toma por hijo lo corrige; sin embargo, a veces rechazamos esta corrección o tomamos actitudes terribles frente a la reprensión porque nos escudamos diciendo que “sólo Dios me puede corregir” y se nos olvida que Dios mismo ha puesto personas en nuestras vidas para aconsejarnos, guiarnos y hacernos entrar en razón, incluso si eso significa que nos llamen la atención.
Te haré unas preguntas no placenteras y espero, por tu propio bien, que puedas ser honesto y contestarme con la verdad. (Tranquilo, quedará entre nosotros.)
¿Cómo respondes a la corrección?
¿Te pones a la defensiva?
¿Valoras la corrección o te molestas?
Por mi parte, sé que esto ha sido algo que el Espíritu Santo ha tenido que trabajar en mi porque me cuesta (o por fe, me costaba) mucho.
Reconocer nuestros errores y recibir corrección o consejo no es fácil, sobre todo para nuestros egos, pero, de verdad, es lo mejor que podemos hacer. Es permitirnos ser enseñables (se lee bonito pero es un reto) y así, en el proceso de ser enseñables, ser moldeados en las manos del alfarero.
Hay un dicho que me gusta (y disgusta) mucho, un dicho que me mantiene responsable y se los quiero compartir.
“Lo que te choca, te checa.”
En otras palabras: si me incómoda, posiblemente sea porque es una verdad que quiero evitar pero que necesito escuchar si quiero mejorar y crecer.
¡Seamos personas enseñables!
Sé que es difícil no ponernos a la defensiva, sé que es difícil desaprender que la corrección es algo negativo; sin embargo, es sumamente importante reaprender que quién me ama, me corrige y me dice la verdad, no me aplaude ni me celebra todo, que cometo errores (todos cometemos errores) pero mi error más grande puede no ser ese error como tal, sino la incapacidad de admitir que he hecho algo mal y la falta de deseo de corregirlo por temor a la vergüenza de enfrentarme a mi imperfección.
Propongámonos ser intencionales con mantener nuestra reacción a la corrección dentro de la vulnerabilidad (que no es mala), la humildad y la mansedumbre. De esta forma, podremos aprender más, crecer y dar mejores frutos que si representen a Cristo correctamente, en lugar de convertirnos en esas personas a las que no se les puede decir nada si no son halagos.
Aprender no siempre es fácil, pero siempre vale la pena. Recibir corrección no nos debe avergonzar. Ser tan orgullosos que no queramos reconocer nuestras falencias y enmendar, si.
Nadie se quiere equivocar, a lo mejor a veces nos equivocamos sin querer, es normal; lo que también debe ser normal en nosotros es el querer dar frutos de arrepentimiento y entender que el que ama, corrige y como nosotros somos hijos amados de Dios, también seremos corregidos por nuestro bien.
¡Animo!
¡No estamos siendo atacados, estamos siendo cuidados!